Nueva GIRA...


HOLA. EL MIÉRCOLES 27 DE OCTUBRE, ESTUVE EN TOLUCA.
ALLÁ NOS VÍMOS...
QUERÉTARO SE POSPONE, SERÁ EN OTRA OCASIÓN, BESOS

¿Apostamos?


A Fernanda le encanta el futbol, a mí me vale sorbete. El asunto es que me contrató un respetable señor aficionado hasta las cachas al deporte del mundo. Todo un perito en jugadas, equipos y jugadores. Capaz, según dijo, de recitar la alineación completa de su equipo favorito desde 1960 a la fecha. Un compendio de estadística y demás datos irrelevantes que para los futboleros de cepa son su propia Biblia, Corán, Torá, Talmud y hasta Tarot. Le habría gustado ser comentarista deportivo, pero se dedicó a los negocios, le fue bien y dejó su gusto por los datos futboleros como un mero hábito personal.

En principio, era un encuentro como cualquier otro. Cuando llegué, él venía saliendo de la ducha. Tiene entre cincuenta y sesenta años, cuerpo atlético y bien conservado para su edad, algunas canas bien perfumadas en el pecho, perfectamente afeitado, cabello gris, elegantemente despeinado, una sonrisa blanca y franca y manos grandes y varoniles, de esas que se disfrutan.

Lo encontré apenas con una toalla tapándole sus partes pudendas, me dio la mano y me invitó a pasar como si fuera una amiga de mucho tiempo. No deja de ser raro, a pesar de llevar tanto tiempo chambeando, conocer a una persona en pelotas. Es decir, llegar con un desconocido y encontrarlo desnudo.

Pero la sorpresa pasa rápido. A mí se me olvidó en cuanto el galán me regaló el primer beso. Fue uno de esos tiernos, de los que apenas dejan a los labios conocerse, probar la química, las cosquillitas. Creo que hicimos clic de inmediato. Ni tardo ni perezoso, de entre los pliegues de su toalla comenzó a levantarse, como la vela de un barco, el mástil del caballero.

Nos recostamos. Entre besos me quité la ropa, el hombre olía delicioso. Me encantó devorarlo, compartir caricias, tactos. Entre mimos, me pidió que me recostara boca abajo, me levantó jalándome del vientre y entró despacito. Lo hicimos muy rico.

Ya acostados y en la calma postcoito, descubrí al futbolero. Comenzó a narrarme su historia y gustos por las hazañas de once cabrones tras un balón. Una historia de epopeyas fabulosas, sólo para insistirme en que debía cruzar con él una apuesta.

Un todo o nada, o nos volvíamos a ver la próxima semana sin costo para él, o me pagaría dos horas sin necesidad de que nos viéramos. Incluso propuso que cazáramos la apuesta, que buscáramos a alguien de confianza que se quedara con la lana hasta pasado el partido ¿Cuál?

Obvio, el clásico de clásicos. Aquí el pedo es que el buen hombre me insistía en que las Chivas le han de ganas al América. O sea, creyó que porque Fernanda tiene un pésimo gusto futbolero, yo también tendría el corazón azul y amarillo ¡Qué barbaridad!

Digo, tengo malos ratos y a veces tomo pésimas decisiones, pero no estoy tan zafada como para hacerme americanista. Tampoco es que tenga algo contra las aguilitas, pero de ahí a apostar en su favor, sabiendo que vienen más del nabo que un discurso de político… No, pues no… Y como aquel señor es chiva hasta el tope, no nos quedó más que aceptar que pensábamos que el mismo equipo iba a ganar y que una apuesta en esas condiciones era misión imposible.

De cualquier forma, antes de entrar al segundo tiempo en nuestro futbol de cama, acordamos que igual nos volveríamos a ver la semana que entra, para celebrar la victoria del chiverío. Habrá que ver el juego.

DATOS GENERALES:

Fue hoy, en la villa 404 del honorable y facebookero Villas Padrotismo
Cara: 10 galán otoñal, guapetón
Actitud: 10, cumplió toda la hora y cumplió dos veces ji, ji, ji
Oral: 10 Mhhhh, sabe que la lengua de un caballero no sólo es para hablar
Besos: 10, Buen besador
Conversación: 10, a toda madre
Pompis: 8, pero bien, desafiando a los años y a la ley de la gravedad
Pechos: 10, Varonil, con canas
Anal: No sé, pero supongo, por la edad, que ya ha visitado al proctólogo (Chicos vayan haciéndose a la idea)
Costo: A pues le cobré lo de costumbre
Repetiría: Habrá que ver si ganan las chivas

El sexo [2]


Por supuesto, el gusto por el sexo es hormonal. La biología hace su magia para alocarnos el termostato cuando las antenitas de nuestro instinto reproductivo empieza a abrirnos las piernitas. Digo, muchos animales se matan, literalmente, nomás por ver quién va a copular y quién no. El caso es que los humanos hemos logrado controlar esos impulsos.

Ciertamente el sexo es una de las necesidades primarias de hombres y mujeres, aunque a decir verdad, la falta de agua, alimento, aire o sueño, llevan a la muerte. La castidad no. Cualquier persona puede vivir sin mayores complicaciones sin coger ni una vez en su vida. En tiempos modernos, con las avanzadas técnicas de fertilización asistida ya la cópula no es indispensable ni para dar inicio a la vida.

Claro, también es placentero. MUY PLACENTERO. Pocas cosas hay tan satisfactorias como ese pedacito de muerte en el que sientes que todas tus terminales nerviosas se unen en sinfonía, esos segundos mágicos en que sientes la caricia de un orgasmo. Ahora mismo, estoy a unos minutos de encontrarme con un señor exitoso, agradable, trabajador, simpático. Casado eso sí, pero muy cumplidor.

Platicaremos, me pondrá al tanto de lo que ha pasado con su vida desde la última vez que nos vimos y después tendremos relaciones sexuales. Es un buen besador y entusiasta cogedor, seguramente lo haremos dos veces. Después me pagará y no volveremos a vernos o hablarnos hasta dentro de uno o dos meses, cuando probablemente esta loca cosquillita del deseo le vuelva a hacer palpitar inquietudes bajo su bragueta.

Es tan formidable que, por sobre el instinto, colocamos al sexo en un pedestal. Hay quienes dicen que en esta vida todas las relaciones humanas se tratan de sexo y poder. ¿Será?

El sexo


¿Por qué el sexo importa tanto?

Obviamente, se siente muy rico y calma los nervios, pero ¿Por qué lo buscamos tan desesperadamente? ¿Por qué nos gusta tanto que le dedicamos tantos pensamientos, tantas neuronas, tanto tiempo? ¿Por qué lo valoramos al grado de pagar por tenerlo?

El sexo está por todas partes y a cada rato nos viene a la cabeza, se nos antoja, nos dan ganas de estar desnudas y desnudos retozando y siendo felices.

El sexo, diría tal vez Freud, es el principio básico de la vida. El instinto reproductivo nos hace sentir esa pulsión, que interpretamos como deseo, que nos dispara las hormonas, que nos calienta la entre pierna, que precipita nuestras lubricaciones. Pero también es cierto que, cientos de miles de años de evolución, habrán logrado al menos que no seamos puro instinto. No nos monta el macho alfa a media calle sacando la lengüita y moviendo la cadera como si tuviera resortitos (aunque ganas no le faltaran).

Preguntando a varias amigas, amigos, clientes y uno que otro desconocido, la respuesta más recurrente fue que nos gusta porque es satisfactorio ¿Será de verdad que nos gusta tanto coger porque realmente es tan satisfactorio? De plano ¿Tan insatisfechos estamos?

Ah qué huevotes


Tal como conté hoy en El Gráfico, me la pasé muy bien en Morelia. También en León, Querétaro, Toluca y Guadalajara.

Una de las cosas más cotorras sucedió con Martín en el jardín que está junto a la catedral. Íbamos a cruzar la calle, cuando de pronto vimos lo indecible: una camioneta con tanates. Era una pick up negra como cualquier otra, pero al centro, justo debajo de su placa, colgaba una media recortada con dos naranjas dentro, como si fueran los testículos de un toro. A todo volumen dentro de la finísima troca retumbaba la tambora de un pasito duranguense que tarareaban unos gentiles caballeros con bigote a la piporro. El que manejaba estaba guapo (lo que sea de cada quien).

Era lo más kinki que había visto en mucho tiempo (a ver si no me demanda el grupo) y obviamente nos dio mucha risa.

P.D. La imágen no es la camioneta que vimos, a esa no le alcancé a sacar foto. Esta la saqué de la güeb...

Pretty Woman


Vi Pretty Woman cuando tenía unos catorce años, la pasaron en la tele y me gustó. Hasta antes de ver la película pensaba que todas las putas eran de lo peor. Mujeres sin vergüenza y con vidas tristísimas que se paraban en la calle -tacón dorado, medias de red, cigarros baratos y más maquillaje que un payaso- a esperar bajo un farol al pervertido que quisiera desahogarse en ellas.

Cuando vi Pretty Woman, aprendí tres cosas:

1) Que las putas pueden ser buenas personas;
2) Que los clientes no a huevo son degenerados (pueden ser a todo dar) y
3) Que jamás, por ningún motivo y a ningún precio, besan a la clientela en los labios.

La neta, cuando comencé a chambear, ya no pensaba en las prostitutas como clones de Julia Roberts ni nos imaginaba con botas hasta medio muslo y esperando encontrar a un príncipe en un Lotus Esprit, pero la neta, por más cosas que imaginara no tenía ni la más remota idea sobre cómo funciona este negocio.

Había intuición y virgen no era (aunque -acá entre nos- hasta entonces sólo había tendido una pareja sexual) y sabía que para putear no había mucho que saber, bastaba con tener los ovarios bien puestos y la poca vergüenza como para cobrar por dejarme coger.

Así nomás, fue cosa de aventarse al ruedo, sin escuela ni consejos. No hay, que yo sepa, un curso de capacitación para el trabajo con especialidad en patitas al hombro y chivito al precipicio, así que para trabajar en esto, cuando una empieza, basta con agarrar valor, respirar hondo, cerrar los ojos y abrir las piernas cuando le llegan al precio.

Una de las primeras cosas que aprendí en este negocio, es que eso de que "las putas no dan besos en la boca" es puritito mito. Hay muchas a las que nos gusta ser besadas.

Pero como decía la nana Goya: "Esa, es otra historia..."
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